La tecnología evoluciona velozmente y con ella las herramientas que empleamos cotidianamente para el trabajo, el activismo sociopolítico y las relaciones personales. Se trata de herramientas poderosas que favorecen la comunicación inmediata y que pueden permitir amplificar nuestra voz y dar fuerza a iniciativas de incidencia: pueden hacer que nuestro trabajo tenga un mayor impacto.

Sin embargo, el uso de estas herramientas tecnológicas también conllevan algunos riesgos, que son necesarios conocerlos y disminuirlos al máximo posible.

Cuando hablamos de seguridad digital, nos referimos en primer lugar a entender cómo funcionan las herramientas que usamos, para poder considerar los riesgos que implican y a partir de eso, desarrollar estrategias para protegernos. No existen recetas ni escudos mágicos que nos protejan de todas las amenazas.

Desde el enfoque de seguridad digital, principalmente se busca la seguridad y preservación de la vida de los usuarios y las usuarias, a partir de la seguridad en la comunicación y privacidad de la información. Para lograrlo, se requiere compartir conocimientos tecnológicos que contribuyan a disminuir las vulnerabilidades tecnológicas evitando conductas de riesgo, desarrollando mecanismos para identificar herramientas inseguras e implementando herramientas seguras, así como generando redes de apoyo y consulta.

El resguardo de la privacidad es clave cuando hablamos de seguridad digital. Un importante número de plataformas digitales que empleamos cada día recogen y guardan información sobre nuestra actividad en internet. Muchas personas creen que se trata de información de poco valor o que no importa que las plataformas la obtengan ya que “no tienen nada que esconder”.